La última mirada de Barack Obama antes de ser investido presidente de Estados Unidos fue hacia el sur. Su reunión de ayer con el presidente mexicano, Felipe Calderón, no sólo constituye un gesto de buena vecindad, sino una declaración de intenciones. Por un lado, Obama prometió "una nueva página en la relación de EE UU con América Latina". Por otro, dejó clara la preocupación creciente de que dos de los problemas más acuciantes que sufre México -el narcotráfico y el desempleo- crucen la frontera y terminen por afectar gravemente a EE UU. De hecho, el presidente mexicano, el único mandatario extranjero que Obama recibirá antes de su toma de posesión, acudió a Washington con sus secretarios de Hacienda, Gobernación y Relaciones Exteriores.
Ahora las cosas pueden empezar a cambiar. Pero no necesariamente por una mayor sensibilidad de Obama, sino porque los narcotraficantes mexicanos, acosados por el Gobierno de Calderón, parecen estar siguiendo la misma ruta que sus víctimas para ponerse a salvo: cruzar la frontera e instalarse en el sur de Estados Unidos. Ya se están dando casos de secuestros, asaltos y disputas entre carteles por el control del territorio en Arizona o Texas.
Obama mantém a tradição e, por isso, a primeira deslocação oficial ao estrangeiro, na qualidade de Chefe de Estado norte-americano, será ao Canadá. Porém, ao receber, em último lugar, antes de ser investido Presidente, o Presidente do México, há um sinal claro que Obama dá ao grande vizinho do sul, com quem tem mais desafios em comum que divergências, e um sinal à América Latina, de colocar, outra vez, Washington sintonizada com a América Latina.
A próxima Administração norte-americana terá de procurar, em especial por razões de inevitabilidade do que por vontade própria, uma política mais concertada. E dúvidas houvessem, note-se como a guerra ao narcotráfico, determinada pelo Governo mexicano, já afecta os Estados do sul dos EUA.
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