Desde el año 2000, la producción mundial de biocombustibles se ha duplicado. EE UU quiere que en una década el 15% de la gasolina que se venda en su país sea verde, mientras que la Comisión Europea se ha propuesto el 10% en 2020. Esto tendrá ventajas, como la reducción de emisiones contaminantes, la posibilidad de universalizar el uso de la energía y la potencial generación de riqueza en los países en desarrollo. Pero encierra riesgos serios como la subida de los precios de los alimentos básicos, la deforestación salvaje, el desplazamiento descontrolado de poblaciones o la explotación laboral de los jornaleros.
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La explosión de los biocombustibles ya se ha dejado notar en la cadena alimentaria. Y es que no sólo se ha disparado el precio de los cultivos destinados a la producción, sino el de las cosechas que han visto caer su producción para el maíz o la caña de azúcar. Así, en los últimos dos años el precio del trigo se ha doblado, mientras que el de la soja y el maíz ha crecido un 62% y un 45%, respectivamente. Entre los principales damnificados se encuentran los consumidores de productos derivados de estas cosechas. A principios de año, por ejemplo, México sufrió una revuelta popular ya que el alza del precio del maíz provocó el encarecimiento de la tortilla, alimento básico de los más pobres. Este proceso, bautizado como etanoinflación, tiene otra derivada. Y es que el sector ganadero también sale perjudicado. Tyson, el principal productor mundial de carne, ha subido el precio de sus productos debido a los mayores costes que tiene que afrontar para alimentar a los animales.
Nem tudo são vantagens na produção de energia verde.
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1 comentário:
É difícil encontrar uma solução que tenha só prós. Mas a esperança é a última a morrer! Quanto aos biocombustíveis parece-me que a sua utilização deve ser controlada e limitada.
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